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    “Imágenes audiovisuales del patrimonio”: Balance final

    Finalizamos el repaso por el pasado encuentro “IMÁGENES AUDIOVISUALES DEL PATRIMONIO” con el balance final realizado por su coordinador, el doctor Óscar Lapeña Marchena, que es también investigador responsable del Grupo de Investigación HUM-1026 «IMAGEN Y MEMORIA: miradas transversales entre la Historia y los Medios Audiovisuales” (Universidad de Cádiz):

    El encuentro “Imágenes audiovisuales del patrimonio”, celebrado el pasado mes de agosto en el marco de los cursos de verano 2019 de la UNIA en su Sede Antonio Machado de Baeza (Jaén), se gestó varios meses antes en el interior del grupo de investigación HUM-1026 “Imagen y Memoria”. A lo largo de las sesiones que le han dado forma, se ha podido comprobar que el patrimonio (histórico, arqueológico, cultural, inmaterial…) no es una abstracción fosilizada en el tiempo, sino una realidad que se elabora y cambia en cada periodo histórico, utilizando para ello los medios y estructuras disponibles. En Occidente, y desde la consolidación y monopolio de la cultura audiovisual, en detrimento de la tradicional cultura basada en la palabra, han sido los medios sustentados en la imagen y en las pantallas (cinematográficas, lúdicas, televisivas) los que han construido una concepción del patrimonio adaptada a la realidad de nuestro presente. Los diferentes medios audiovisuales generalizan, divulgan, extienden y fomentan una serie de ideas y principios relacionados con nuestro amplio y heterogéneo legado patrimonial. Y, lejos de trivializar los asuntos y temas relacionados con el patrimonio, los medios audiovisuales ayudan a retirar la idea de que todo lo rodea al patrimonio, a nuestro patrimonio y legado, solo está adaptado a los paladares culturales más exquisitos e ilustrados.

    El encuentro “IMÁGENES AUDIOVISUALES DEL PATRIMONIO” ha sido un verdadero éxito reconocido por todos los participantes en él, desde los alumnos a los docentes, pasando por la organización de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) en su Sede Antonio Machado de Baeza (Jaén), sin olvidar a sus colaboradores: la empresa Patrimonio Inteligente y el propio Grupo de Investigación HUM-1026 «IMAGEN Y MEMORIA: miradas transversales entre la Historia y los Medios Audiovisuales” (UCA).

    Con la satisfacción generalizada de una experiencia tan positiva, desde el Grupo HUM-1026 os invitamos a permanecer informados de nuestras actividades a través de esta web (Proyectos y actividades, Publicaciones) y de nuestras redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram).

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    “Imágenes audiovisuales del patrimonio”: Crónica de la sesión 8

    La última sesión del encuentro “IMÁGENES AUDIOVISUALES DEL PATRIMONIO” también contó con dos investigadores integrantes del Grupo de Investigación HUM-1026 «IMAGEN Y MEMORIA: miradas transversales entre la Historia y los Medios Audiovisuales”. “EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN EL CINE: EL CASO DE LA CIUDAD DE ROMA” (viernes 30 de agosto, 12:00 – 14:30) fue impartida por los doctores Miguel Dávila Vargas-Machuca (Universidad Internacional de Andalucía), y Óscar Lapeña Marchena (Universidad de Cádiz), este último investigador principal del Grupo HUM-1026 y coordinador del propio encuentro.

    Miguel Dávila Vargas-Machuca comenzó la sesión abordando desde una perspectiva general la representación del patrimonio arqueológico en el Cine, partiendo de una introducción teórica para definir el patrimonio arqueológico y planteando varias formas de acercarse al tema. La primera fue la plasmación del trabajo arqueológico en la pantalla, con diversos ejemplos como: The Mummy (La Momia, Karl Freund, 1932), marcando una imagen prototípica del arqueólogo; Sphinx (La esfinge, Franklin J. Schaffner, 1981), que retrataba diversos aspectos interesantes sobre el tema; Raiders of the Lost Ark (En busca del Arca Perdida, Steven Spielberg, 1981), que acuñó la imagen del arquéologo-aventurero y trató la pseudoarqueología nazi; El tesoro (Antonio Mercero, 1988), que presenta las dificultades del trabajo en un entorno hostil; o Altamira (Hugh Hudson, 2016) como muestra del descubrimiento de las cuevas y de las polémicas suscitadas.

    El uso del patrimonio arqueológico como plató debe afrontar condicionantes económicos, de conservación e incluso políticos, que suelen imposibilitar el rodaje en determinados lugares directamente relacionados con el argumento de la película en cuestión. Se suelen buscar entonces otros escenarios afines, como ocurre en Jason and the Argonauts (Jasón y los Argonautas, Don Chaffey, 1963) o The last temptation of Christ (La última tentación de Cristo, Martin Scorsese, 1988). La elección de unas ruinas arqueológicas puede influir también en el propio argumento de la película, por ejemplo añadiendo un contexto decadente en Scipione detto anche l’Africano (Escipión el Africano, Luigi Magni, 1971) o funcionando como detonante de la narración en Viaggio in Italia (Te amaré siempre, Roberto Rossellini, 1954). El uso de sitios arqueológicos como plató también ha influido en el imaginario colectivo mundial, bien como reclamo turístico, como ocurrió tras el rodaje de Indiana Jones and the Last Crusade (Indiana Jones y la última cruzada, Steven Spielberg, 1989) en las ruinas de Petra, o bien como reclamo político-patriótico, con un interesante ejemplo en The 300 Spartans (El león de Esparta, Rudolph Maté, 1962).

    En cuanto a las recreaciones y reconstrucciones del patrimonio arqueológico en el Cine, responden a condicionantes similares: escenarios reales desaparecidos, restricciones económicas o políticas para rodar en determinados países o necesidades estéticas. Las posibilidades son enormemente variadas, desde los telones pintados de los inicios del medio, pasando por los monumentales decorados aún en época muda de Cabiria (Giovanni Patrone, 1914) o Intolerance (David W. Griffith, 1916), hasta los conocidísimos sets de grandes superproducciones como The Ten Commandments (Los Diez Mandamientos, Cecil B. DeMille, 1956), Ben-Hur (William Wyler, 1959) o Faraon (Jerzy Kawaterowicz, 1966). La combinación de tecnologías digitales con elementos reales también ha permitido recrear el patrimonio arqueológico, por ejemplo en Ágora (Alejandro Amenábar, 2009) para la Alejandría de la Antigüedad Tardía. E incluso algún elemento del pasado se ha recreado con perspectivas de presente, como ocurre con el Muro de Adriano en cintas como King Arthur (El Rey Arturo, Antoine Fuqua, 2004) o The Eagle (La legión del águila, Kevin MacDonald, 2011). Dávila trató también la destrucción del patrimonio arqueológico por causas bélicas, religiosas o naturales y su retrato en el Cine. Por ejemplo, el famoso prólogo de The exorcist (El exorcista, William Friedkin, 1973), que muestra esculturas del conjunto iraquí de Hatra, algunas de las cuales fueron destruidas por tropas del autodenominado Estado Islámico, o bien Buda az sharm foru rikht / Buda collapsed out of shame (Buda explotó por vergüenza, Hana Makhmalbaf, 2007), que comienza con la tremenda destrucción por los talibanes afganos de los Budas de Bamiyán. Por último, Dávila se refirió al patrimonio arqueológico-fílmico, surgido de alguna película, pero con repercusiones posteriores, destacando el documental Desenterrando Sad Hill (Guillermo de Oliveira, 2017) y su recuperación de un decorado creado en Burgos para Il buono, il brutto, il cattivo (El bueno, el feo y el malo, Sergio Leone, 1966).

    A continuación tomó la palabra Óscar Lapeña Marchena para centrarse en la imagen cinematográfica del patrimonio arqueológico de Roma, que se caracteriza por un entramado de estratos que abarcan casi tres mil años. Uno de ellos es el estrato cinematográfico, que ha escrito, descrito, reescrito, inmortalizado, mitificado y desmitificado la ciudad, haciendo difícil diferenciar entre la realidad histórica y su representación fílmica. Es una muestra más de que la presencia y la pervivencia del patrimonio de la Antigua Roma se ha transmitido a lo largo del tiempo de muy diversas formas. Lapeña planteó algunos precedentes en la relación entre la imagen y el patrimonio de Roma, empezando por la importancia de las guías y el material asociado a la experiencia artística del Grand Tour, así como las primeras grandes imágenes de la ciudad, como los grabados de Piranesi o la pintura panorámica de Pierre Prévost. El patrimonio arqueológico de Roma es parte de su vida diaria, un elemento indispensable para entender su identidad urbana y cultural. Además, Roma es una ciudad palimpsesto porque muchos de los monumentos antiguos han llegado hasta nosotros con transformaciones y cambios de uso, como el Panteón de Agripa, el Mausoleo de Adriano, el Estadio de Domiciano o las Termas de Diocleciano. También hay muchos vestigios de la Roma Antigua que conviven con restos menos humanizados y con otros intentos de reconstruir el pasado, como la Via Apia o los acueductos como lugares de paseo, los obeliscos traídos de Egipto, los arcos de triunfo, las columnas, el Ara Pacis Augustae, el Mausoleo de Augusto, los Foros, el Teatro Marcelo, el mismísimo Coliseo; incluso pueden citarse monumentos contemporáneos que reinterpretan a los antiguos, como Il Vittoriano o el Palazzo della Civiltá e il Lavoro.

    La representación cinematográfica del patrimonio arqueológico de Roma se inicia con los noticiarios Lumière, que dejan entrever algunos monumentos conocidos. A partir de entonces el Cine es testigo de los cambios en la relación de la ciudad con su legado patrimonial, que muchas veces es un personaje más de la trama, excepto en el denominado “cine de postal”, que generaliza y consolida una visión del patrimonio en la que el espectador se convierte en turista y el turista reafirma lo que ha visto en la pantalla. Esta forma de mostrar Roma se asocia a las comedias románticas de los años 50, cuyos títulos de crédito suelen mostrar lugares turísticos emblemáticos y una ciudad idílica, siempre soleada y veraniega. Los ejemplos son muy numerosos y ayudan a mantener hasta nuestros días los tópicos turísticos relacionados con el patrimonio, desde Roman holiday (Vacaciones en Roma, William Wyler, 1953) o Three coins in the fountain (Creemos en el amor, Jean Negulesco, 1954) hasta las más actuales Angels & Demons (Ángeles y Demonios, Ron Howard, 2009) o To Rome with Love (A Roma con amor, Woody Allen, 2012).

    En contraposición al cine de postal, desde finales de la década de 1950 empiezan a aparecer miradas más realistas sobre el legado patrimonial de Roma, de la mano de directores como Pasolini o Fellini. El patrimonio deja de ser un mero decorado y aparecen elementos de la periferia, como los acueductos que en 1998 se convertirían en el Parco Degli Acquedotti, inmortalizados en películas como Mamma Roma (Pier Paolo Pasolini, 1960) o La Dolce Vita (Federico Fellini, 1960). El emblemático Anfiteatro Flavio, más conocido como Coliseo, es el elemento que domina simbólicamente la ciudad, y el Cine va a recuperarlo de muchas maneras, en ocasiones asociado a problemas de la ciudad como la decadencia, la corrupción o el espectáculo, a través de numerosos títulos como la comedia Totò cerca casa (Totó busca piso, Mario Monicelli & Steno, 1949), la cinta fantástica 20 Million Miles to Earth (A 20 millones de millas de la Tierra, Nathan Juran, 1957), la de artes marciales Meng long guo jiang (El furor del dragón, Bruce Lee, 1972) o el drama La grande belleza (La gran belleza, Paolo Sorrentino, 2013). Lapeña cerraba la sesión recapitulando lo expuesto y con algunas conclusiones, entre las que destacó la idea de que en la pantalla conviven diversas lecturas del patrimonio cultural, artístico e ideológico de la antigua Roma.

    El encuentro “IMÁGENES AUDIOVISUALES DEL PATRIMONIO” ha sido una actividad académica organizada por la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) en su Sede Antonio Machado de Baeza (Jaén) y celebrada los días 28, 29 y 30 de agosto de 2019. El encuentro, coordinado precisamente por el último ponente, Óscar Lapeña Marchena, contó con la colaboración del Grupo de Investigación HUM-1026 «IMAGEN Y MEMORIA: miradas transversales entre la Historia y los Medios Audiovisuales”, del que él es el investigador responsable, y de la empresa Patrimonio Inteligente.

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    “Imágenes audiovisuales del patrimonio”: Crónica de la sesión 7

    La última jornada del encuentro “IMÁGENES AUDIOVISUALES DEL PATRIMONIO” se desarrolló a través de ponencias conjuntas entre dos investigadores. La primera de ellas, que correspondía con la sesión 7, fue “INFLUENCIA DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN LA IMAGEN AUDIOVISUAL, PICTÓRICA Y LITERARIA. EL CASO DE GRADIVA Y LEIF ERIKSON” (viernes 30 de agosto, 09:00 – 11:30) y corrió a cargo de la doctora Ana Panero Gómez (Dorset College Dublin) y Alberto Robles Delgado (Universidad de Granada), ambos integrantes del Grupo de Investigación HUM-1026 «IMAGEN Y MEMORIA: miradas transversales entre la Historia y los Medios Audiovisuales”.

    La sesión se inició con la intervención de Ana Panero Gómez sobre la influencia del patrimonio arqueológico en la construcción del personaje de Gradiva. El primer punto fue una introducción al método iconológico, que interpreta el significado de las imágenes e investiga su génesis y sentido. El análisis de una obra artística mediante este método cuenta con distintos niveles o estadios identificados por Panero: el preiconográfico (una descripción natural o básica), el iconográfico (en el que comienza la interpretación y se identifica el significado convencional) y el iconológico (que atiende al contexto cultural, al momento personal del autor o a similitudes con otras obras). Después se trazó una relación entre iconología y patrimonio, postulando que para entender una obra artística hay que estudiar su contexto, y que el patrimonio es el producto de una cultura y se puede analizar un momento histórico o una época a través de la obra artística.

    Panero continuó después centrándose en el caso de Gradiva como ejemplo de relación entre patrimonio e iconología. Se trata de un personaje ficticio aparecido en la novela de 1903 Gradiva: Ein pompejanisches Phantasiestük, escrita por el alemán Wilhelm Jensen. La trama de esta obra literaria se centra en la obsesión de un arqueólogo por un relieve de época romana que representa a una mujer pompeyana, cuyo andar inmortalizado en piedra, avanzando un pie mientras eleva el talón del otro, influye en sus sueños e incluso le causa delirios. La novela causó gran interés en el médico austríaco Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, que encontró en ella diversos temas atractivos, como el componente onírico o el fetichismo de los pies. Por ello, aplicó el psicoanálisis a este texto literario, publicando un estudio, sin el cual la novela habría pasado desapercibida. Además, la correspondencia de Jensen y Freud, unida a la afición del austríaco por la arqueología, permitió identificar el objeto que había obsesionado a Jensen para escribir su novela: el Relieve de las Aglaurias, una copia romana del siglo II a partir de un original griego del siglo V a.n.e., hoy perdido. El personaje que Jensen había bautizado como Gradiva era en realidad un personaje mítico, la princesa ateniense Aglauro.

    Los surrealistas tuvieron gran interés en el personaje de Jensen, sobre todo tras la publicación del análisis de Freud en francés en 1931, por lo que realizaron sus propias interpretaciones artísticas, por ejemplo cuando André Bretón creó en París en 1937 la galería Gradiva, con decoración de Marcel Duchamp. Salvador Dalí recibiría gran influencia del personaje de Gradiva, a la que representó en numerosas ocasiones durante algunos años. Una persona como Dalí, que había sufrido una gran represión sexual en su infancia, identificó a Gradiva con Gala, su musa y también su psicoanalista, la que consiguió curarle de su pánico a mantener relaciones sexuales con otras personas. Las distintas representaciones artísticas de Gradiva, desde el friso griego original, pasando por la novela de Jensen, las obras surrealistas e incluso obras cinematográficas como C’est Gradiva qui vous appelle (Alain Robbe-Grillet, 2006) o Gradiva à Marienbad (Dominique Morlotti, 2006), fueron analizadas por Panero a través del método iconológico. La diferencia en el pie que avanza según la representación permitió introducir interesantes perspectivas sobre el papel de la mujer en diferentes épocas y culturas, hablando por ejemplo del componente negativo de la izquierda o de la limitación de movimientos de las mujeres asociada a determinados valores sociales, como la belleza, la virginidad, el estatus social, o la respetabilidad.

    A continuación, tomó la palabra Alberto Robles Delgado para abordar la figura de Leif Erikson en el mito fundacional norteamericano, relacionando el patrimonio arqueológico con testimonios cinematográficos. Su intervención se inició con un repaso histórico a la expansión de los vikingos por el Atlántico, por ejemplo con la expedición a Groenlandia de Erik el Rojo, y la de su hijo Leif Erikson en torno al año 1000 a la actual zona oriental de Canadá, denominada Vinland. La efímera presencia vikinga en Norteamérica tiene como fuente principal algunas sagas de tradición oral, mientras que los vestigios arqueológicos se limitan al descubrimiento en 1960 de algunos restos de un asentamiento nórdico en L’Anse aux Meadows (en Terranova). Antes de los mencionados descubrimientos arqueológicos, en la época del Romanticismo en pleno siglo XIX, se produjo un fenómeno de recuperación de la figura de los vikingos y de internacionalización del fenómeno nórdico.

    En esta coyuntura, un país joven como Estados Unidos, que necesitaba bases históricas para amalgamar su heterogénea realidad, aceptó estas teorías románticas, que resultaron muy útiles para crear un mito fundacional nórdico más acorde con las elites wasp (blancas, anglosajonas y protestantes) que el de Colón, de claras connotaciones católicas y mediterráneas. El patrimonio arqueológico juega entonces un importante papel consolidador del discurso fundacional nórdico, aunque sea a través de hallazgos a lo largo del siglo XIX descontextualizados o difícilmente creíbles: la Torre de Newport (Rhode Island), supuesto baptisterio construido por escandinavos en el siglo XII, aunque realmente era parte de un molino del siglo XVII; la Piedra de Dighton (Massachussets), cuyas inscripciones rúnicas se creían nórdicas, aunque eran de manufactura india; el enterramiento de un esqueleto con armadura en el río Fall (Massachussets), que inspiró un poema de Longfellow, pero del que no quedan restos; la Piedra de Kensington (Minnesota), con una inscripción rúnica del siglo XIV de dudosa autenticidad… Incluso la reproducción de un barco funerario descubierto en Noruega y su posterior viaje a la Exposición Universal de Chicago en 1893 vino a sumarse a toda esta corriente nordicista en Estados Unidos, principalmente en la zona de Nueva Inglaterra, que derivaría en el culto a la imagen de Leif Erikson e incluso en el establecimiento de un día de fiesta nacional en su honor.

    Toda esta corriente de revitalización y recuperación de la memoria de los pueblos nórdicos tiene su reflejo en el cine, que desde muy temprano retratará a los vikingos, siendo la primera película la sueca Vikingeblod (Viggo Larsen, 1907). Pero, por influencia de la aceptación del mito fundacional nórdico, el cine estadounidense será el que realice más películas sobre los vikingos. La primera gran obra cinematográfica sobre los nórdicos es The Viking (Roy William Neill, 1928), producción pionera en el uso del color y una de las primeras en incorporar banda sonora, que recogía todo el imaginario decimonónico y le sumaba una estética influida por las óperas de Wagner. En ella se abordan temas imbricados directamente con el mito fundacional, como la introducción del cristianismo 500 años antes de la llegada de Colón, el ser los primeros hombres de raza blanca que pisaban el continente o el recurso a la mencionada Torre de Newport para apuntalar el testimonio de su presencia. Robles finalizó su intervención repasando brevemente la filmografía posterior sobre los vikingos, en la que el mito fundacional norteamericano decae e incluso llegará a ser deconstruido en un título reciente como Valhalla Rising (Nicolas Winding Refn, 2009).

    El encuentro “IMÁGENES AUDIOVISUALES DEL PATRIMONIO” ha sido una actividad académica organizada por la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) en su Sede Antonio Machado de Baeza (Jaén). Celebrado los días 28, 29 y 30 de agosto de 2019, el encuentro contó con la colaboración de la empresa Patrimonio Inteligente y del Grupo de Investigación HUM-1026 «IMAGEN Y MEMORIA: miradas transversales entre la Historia y los Medios Audiovisuales”, cuyo investigador responsable, el doctor Óscar Lapeña Marchena (Universidad de Cádiz), fue el coordinador de la actividad.

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